Son muchas las voces que se alzan para clamar justicia,
familiares de los asesinados y enterrados en las cunetas, familiares de los
fallecidos y heridos en el terrible “accidente” del metro de Valencia, niños “robados”
durante años y entregados a otras familias por un puñado de pesetas… Terribles
acciones que no consiguen ser escuchadas por nuestros dirigentes ni por los miembros
de la judicatura o que si son escuchadas se silencian con toda suerte de
razones irracionales, sin tener en cuenta el sufrimiento que con esta actitud
añaden al dolor de una madre, padre, hermano, hermana, hijo, hija…que ha
perdido a un ser querido. Como sociedad tenemos el deber de no dejar a todas
estas víctimas en el olvido y hacer que su grito de dolor sea escuchado por
todas aquellas personas que pueden mitigarlo de alguna manera. De no hacerlo,
seremos cómplices de una de las peores taras que pueden acompañar al ser
humano, la deshumanización.
Ninguna sociedad puede sobrevivir “sana” teniendo estas
terribles heridas abiertas. Hagamos un ejercicio junt@s:
Pongamos la canción que más signifique para nosotr@s y cerremos
los ojos, pongamos cara a una de tantas personas que sufren por alguno de estos
actos, es fácil, no están tan lejos de nosotros…imaginemos que nos arrebatan a
la persona que más queremos y que nadie nos hace caso para poder encontrarla,
sea como sea. Imaginemos que gran parte de nuestra vida, si no toda, la pasamos
sabiendo que nos falta algo. Imaginemos que nuestra búsqueda se topa con
silencios, mentiras, insultos, trabas o frases como “ha pasado mucho tiempo, olvídalo
ya y confórmate”. El vacío que se produce en el interior de nosotr@s, la
soledad, la angustia, la rabia de la injusticia y sobre todo la sensación de
que a nadie le importa. Los pocos minutos que ha durado nuestra canción,
multiplicado por años así, se me hace insoportable.
Yo no quiero ser cómplice, por eso escribo y lucho (sin
violencia) pero a punta de lanza. ¿Y tú?
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